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martes, 28 de noviembre de 2017

MUSEO DE LEYMEBAMBA: La morada final de las momias Chachapoyas

Es uno de esos recintos donde el tiempo se ha detenido y muestra uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del pasado prehispánico del Perú: la valiosa colección de momias de la Laguna de los Cóndores. Caminar por las instalaciones del museo de Leymebamba, en Chachapoyas (Amazonas), puede que le resulte inquietante y asombroso al mismo tiempo. Sobre todo porque ese paseo de ultratumba implica admirar los gestos dramáticos – que van de la sorpresa al miedo – de las más de 200 momias que salieron de la Laguna de los Cóndores, considerado uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de los últimos tiempos que develan las creencias de la vida después de la muerte que intuían los antiguos chachapoyas. Los restos funerarios hallados en 1997, que además incluyeron 2 000 objetos encontrados, se reparten en la actualidad en las tres salas arqueológicas del museo; cuyos diseños recrean las tradiciones arquitectónicas de los mausoleos, los mismos que fueron saqueados allá a finales de los años 90, momento en el que surgió la necesidad de realizar un proyecto de rescate. Aunque no lo parezca, el material con más de 500 años de antigüedad que hoy se exhibe en el museo del distrito de Leymebamba, ubicado a tres horas de Chachapoyas, es la puerta de ingreso más cercano para ilustrarnos cómo fue el pasado de aquella cultura enigmática de los “hombres de las nubes”. Visitar este recinto bastará para ahorrarse toda esa odisea que uno debe emprender durante doce horas a lomo de mula y a pie. Incluso para los arqueólogos más experimentados, dicha tarea de rescatar el patrimonio abandonado y traerlo a este centro cultural no fue tarea fácil. “Trabajar en ese lugar (Laguna de los Cóndores) es muy trabajoso y costoso, por lo que tuvimos que trasladar todo el material a Leymebamba”, recalca la arqueóloga y bióloga Sonia Guillén, directora del Centro Mallqui, la cual administra el museo comunitario de propiedad del pueblo. La especialista en momias cuenta también que el museo surgió a partir de una necesidad: preservar el singular hallazgo de momias en medio de la selva que había conmocionado a todo un país. La doctora Guillén recuerda que allá por el 96, varios agricultores empezaron a destruir los fardos funerarios en busca de oro. Menos mal que en 1997 se corrió la voz de este descubrimiento, lo cual motivó al Gobierno peruano a autorizar una misión de rescate.Y sí que era toda una misión casi imposible, porque aquel material se hallaba en la oscura y profunda Laguna de los Cóndores. El espejo de agua yace al pie de un enorme barranco, en cuyas alturas los antiguos chachapoyas construyeron tumbas para albergar a sus muertos.“Los cementerios eran marcadores territoriales. Los chachapoyas buscaban que sus muertos sean visibles para los demás pero inaccesibles”, responde Guillén a una de las preguntas que más frecuentan los turistas tras conocer el museo, creada tres años después del descubrimiento de las momias de la Laguna de los Cóndores. Lo más sorprendente, sin embargo, de la colección puesta en valor son las momificaciones de los difuntos. Solo basta con echarle un ojo a estos muertos para entender quiénes eran y a qué se dedicaban, o mejor aún, saber qué comían o de qué murieron. Pero para entender este proceso, la experta en momias nos dice que hay que diferenciar una momificación natural de una artificial. La diferencia es la siguiente: en una natural el principal ingrediente es la momificación espontánea, como es el caso de las momias de Ilo (Moquegua) en el desierto de Atacama, donde los difuntos fueron enterrados y aislados del medio ambiente y, debido a la salinidad del terreno y la aridez, se momificaron de manera espontánea. En cambio, en Leymebamba ocurre lo contrario. Tan pronto falleció el individuo, fue sometido a un proceso que consiste en detener la putrefacción. Los chachapoyas ‘viceraban’ al muerto por el ano. De allí retiraban todo el contenido estomacal y luego el cuerpo fue tratado semejando al cuero, mientras que se colocaban copas de algodones en los orificios del rostro del fallecido para preservar los rasgos faciales. Y finalmente eran envueltos en capas de textiles que actuaron como aislante.El proceso parece sacado de una película de terror, no lo es. Lo cierto es que los chachapoyas nunca crearon la momificación. Esa fue una introducción propia de los incas que lo ejecutaron ni bien desocuparon los mausoleos y sitios funerarios. “El lugar encontrado en Leymebamba fue usado hasta los primeros años de la conquista española, pero se abandonó con las reducciones indígenas, las enfermedades y por los cambios de actividad agrícola de las poblaciones aledañas hasta 1997. Es decir, estuvo casi intacta por medio siglo. Para Sonia Guillén, investigar cómo fue momificado cada difunto es un paso a la recreación el rito que los antiguos ‘hombres de las nubes’ realizaron como parte de su forma de ver a la muerte. Es la reconstrucción de un momento histórico. Una de las hipótesis que más se maneja en el museo sobre estas momias, señalan que habrían pertenecido a antiguos administradores de la nueva provincia inca. Ese resultado es producto de un trabajo de 20 años de investigación para lo cual se consideró los materiales encontrados, especialmente los quipus. Pero todavía falta investigar más. Y eso que no aún quedan otros 16 mausoleos por estudiar en la parte alta de la Laguna de los Cóndores. La geografía dificulta dicho trabajo. En cuanto a la arqueóloga Guillén, nunca imaginó proyectarse en el actual cargo que ella mantiene. Tuvo la expectativa de dedicarse a la investigación, pero tras encontrarse con una realidad diferente a la que ella imaginaba sobre el antiguo patrimonio prehispánico, termino siendo una conservadora de momias. “He terminado cuidando momias, más que investigándolas. Además, qué puedes investigar en donde no tienes nada”, dijo. Y eso se debía a que en el pasado, eran innumerables los arqueólogos y científicos que ensimismados por la fiebre de las momias, las despedazaban para distintos exámenes de estudio. “Desde el 2008 ya no me involucro en excavaciones, porque eso implica retirar materiales que hay que conservar y yo apoyo la conservación”, resaltó la primera mujer científica peruana que integró en 2013 la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. Por su parte, la ‘cuidadora de momias’ considera que el patrimonio que conserva el Perú, no solamente en Leymebamba, puede favorecer a las comunidades, incluyéndolas dentro de un corredor turístico. En el caso de las momias encontradas en la Laguna de los Cóndores, su popularidad se alcanzó gracias a la difusión de la región como también al apoyo de otros atractivos cercanos como Kuélap, los sarcófagos de Karajía y hasta la mismísima catarata de Gocta. Es imprescindible protegerlas para evitar su desaparición. Venga ya, no cabe duda que esas momias guardan secretos que esperan ser descubiertos :)
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